a evaluación de proyectos aborda el problema de la asignación de recursos de manera
explícita, recomendando a través de distintas técnicas que una determinada
iniciativa se lleve adelante por sobre otras alternativas de proyectos. Este hecho lleva
implícita una responsabilidad social de hondas repercusiones, que afecta de una u
otra manera a todo el conglomerado social, lo que obliga a utilizar adecuadamente
patrones y normas técnicas que permitan demostrar que el destino que se pretende
dar a los recursos es el óptimo.
Los proyectos surgen de las necesidades individuales y colectivas de las personas;
son ellas las que importan, son sus necesidades las que se deben satisfacer por medio
de una adecuada asignación de los recursos, teniendo en cuenta la realidad social,
cultural y política en la que el proyecto pretende desarrollarse.
La evaluación de proyectos proporciona una información adicional para ayudar a
tomar una decisión. En este sentido, es conveniente hacer más de una evaluación para
informar tanto de la rentabilidad del proyecto como la del inversionista y de la capacidad
de pago para enfrentar deudas. Por otra parte, debe diferenciarse entre la manera
de evaluar la creación de un nuevo negocio y la de evaluar inversiones en empresas
en marcha: outsourcing, reemplazo, ampliación, internalización y abandono.
Socialmente la técnica de la evaluación de proyectos busca medir el impacto que
una determinada inversión tendrá sobre el bienestar de la comunidad.
Por medio de
la evaluación social se intenta cuantificar los costos y beneficios sociales directos, indirectos
e intangibles, además de las externalidades que el proyecto pueda generar.
La planificación constituye un proceso mediador entre el futuro y el presente. El
mañana nos afecta hoy, porque es hoy cuando podemos decidir hacer algo para estar
en condiciones de aprovechar las oportunidades del mañana. Es por ello que en todo
proyecto debe planificarse el futuro, para así poder determinar tanto las variables
susceptibles de ser medidas numéricamente, como aquéllas de carácter cualitativo de
indudable incidencia en el comportamiento del proyecto en el tiempo.
La puesta en marcha de los programas definidos se realiza mediante la elaboración
de proyectos, los cuales deberán prepararse y evaluarse para ulteriormente aprobarse
o rechazarse en función de su viabilidad económica y del cumplimiento de los objetivos
establecidos en el programa.
El proyecto no puede entenderse como un objetivo en sí mismo; por el contrario,
sólo será un medio para alcanzar los objetivos generales sobre los cuales se elaboró
tanto el plan de desarrollo como el diseño de estrategias de solución de los problemas
sectoriales.
El preparador y evaluador de proyectos tiene que ser neutral respecto a las políticas
de contexto que se dan en un momento determinado, independientemente de
cuál sea su posición frente a ellas.
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