Para efectos de este texto, el proceso de un proyecto reconoce cuatro grandes etapas:
idea, preinversión, inversión y operación.
La etapa de idea puede enfrentarse sistemáticamente bajo una modalidad de gerencia
de beneficios; es decir, donde la organización está estructurada operacionalmente
bajo un esquema de búsqueda permanente de nuevas ideas de proyecto. Para
ello, identifica ordenadamente problemas que pueden resolverse y oportunidades de
negocios que puedan aprovecharse. Los diferentes modos de solucionar un problema
o aprovechar una oportunidad constituirán las ideas de proyecto.
Por ejemplo,
frente a un problema de fallas frecuentes de la maquinaria, surgen los proyectos de
reemplazar la maquinaria, de cerrar la planta para subcontratar el servicio e, incluso,
de seguir con la situación actual si fuese mejor que las otras opciones. Así mismo, podrán
aprovecharse oportunidades de negocio vendiendo materiales de desecho que
podrían estar botándose, o también procesándolos para darles algún valor agregado
y poder venderlos. De aquí que pueda afirmarse que la idea de un proyecto, más que
una ocurrencia afortunada de un inversionista, generalmente representa la realización
de un diagnóstico que identifica distintas vías de solución (ver gráfico 2.2).
En la etapa de preinversión se realizan los tres estudios de viabilidad: perfil, prefactibilidad
y factibilidad. Como ya se señaló, en el resto de este texto se analizará
sólo la viabilidad financiera, por lo que la explicación de esta etapa se concentrará
exclusivamente en estos aspectos.
El estudio inicial es el denominado “perfil”, el cual se elabora a partir tanto de la
información existente, como del juicio común y de la opinión que da la experiencia.
En términos monetarios, sólo presenta estimaciones muy globales de las inversiones,
costos o ingresos, sin entrar en investigaciones de terreno.
En este análisis es fundamental efectuar algunas consideraciones previas acerca de
la situación “sin proyecto”; es decir, intentar proyectar qué pasará en el futuro si no se
pone en marcha el proyecto antes de decidir si conviene o no su implementación. Por
ejemplo, podría ser muy atractiva la idea de construir un edificio de locales comerciales
si en un momento dado se detecta una gran demanda por ellos. Sin embargo, es
posible que, al investigar sobre los permisos de construcción otorgados, se descubra
que la competencia que enfrentará el proyecto al terminarse la edificación será tan
alta que más vale abandonar la idea antes de iniciar su construcción.
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