Si bien toda decisión de inversión debe responder a un estudio previo de las ventajas
y desventajas asociadas con su implementación, la profundidad con que éste
se realice dependerá de lo que aconseje cada proyecto en particular.
En términos generales, son varios los estudios particulares que deben realizarse
para evaluar un proyecto: los de la viabilidad comercial, técnica, legal, organizacional,
de impacto ambiental y financiera –si se trata de un inversionista privado– o económica
–si se trata de evaluar el impacto en la estructura económica del país– (ver
gráfico 2.1). Cualquiera de ellos que llegue a una conclusión negativa determinará que
el proyecto no se lleve a cabo, aunque razones estratégicas, humanitarias u otras de
índole subjetiva podrían hacer recomendable una opción que no sea viable financiera
o económicamente.
Por lo regular, el estudio de una inversión se centra en la viabilidad económica o
financiera, y toma al resto de las variables únicamente como referencia. Sin embargo,
cada uno de los factores señalados puede, de una u otra manera, determinar que un
proyecto no se concrete en la realidad.
El estudio de la viabilidad comercial indicará si el mercado es o no sensible al bien
producido o al servicio ofrecido por el proyecto y la aceptabilidad que tendría en su
consumo o uso, permitiendo así determinar la postergación o el rechazo de un proyecto,
sin tener que asumir los costos que implica un estudio económico completo.
En muchos casos, la viabilidad comercial se incorpora al estudio de mercado en la
viabilidad financiera.
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