El resultado de la evaluación se mide por medio de distintos criterios que, más
que optativos, son complementarios entre sí. La improbabilidad de tener certeza de
la ocurrencia de los acontecimientos considerados en la preparación del proyecto,
hace necesario considerar el riesgo de invertir en él. Se han desarrollado muchos métodos
para incluir el riesgo y la incertidumbre de la ocurrencia de los beneficios que
se esperan del proyecto, algunos de los cuales incorporan directamente el efecto del riesgo en los datos del proyecto, mientas que otros determinan la variabilidad máxima
que podrían experimentar algunas de las variables para que el proyecto siga siendo
rentable.
Este último criterio corresponde al análisis de sensibilidad.
Evaluar un proyecto a un plazo fijo puede llevar a conclusiones erradas respecto
del mismo. Muchas veces se adopta como norma que un proyecto debe evaluarse a
diez años. Sin embargo, es posible que la rentabilidad de un proyecto sea mayor si su
puesta en marcha se posterga por algunos periodos. No todos los proyectos rentables
deben implementarse de inmediato, aun cuando existan los recursos necesarios, si se
maximiza su rentabilidad postergando su iniciación.
Siguiendo el mismo raciocinio anterior, puede concluirse que un proyecto es más
rentable si se abandona antes de la fecha prevista en la evaluación. Es decir, al igual
que debe analizarse la postergación de la puesta en marcha, así también debe considerarse
el abandono antes de la finalización prevista. Incluso, aun cuando el proyecto
haya sido evaluado, aprobado e implementado, es posible que surja alguna alternativa
de inversión que haga recomendable el abandono de la inversión en marcha.
Por último, otra variable que complementa la información posible de proveer a
quien debe tomar una decisión se relaciona con el financiamiento.
Cuando se incluye
su efecto en un flujo de caja, ya sea por la contratación de un leasing o de una deuda
para financiar parte de la inversión, deja de medirse la rentabilidad del proyecto, y se
determina la rentabilidad de los recursos propios invertidos en él, la cual puede ser
sustancialmente distinta a la del proyecto. Obviamente, el inversionista tomará una decisión
sobre bases más documentadas, si se le proporcionan ambas rentabilidades.
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