La evaluación social de proyectos compara los beneficios y costos que una determinada
inversión pueda tener para la comunidad de un país en su conjunto. No
siempre un proyecto que es rentable para un particular también es rentable para la
comunidad, y viceversa.
Tanto la evaluación social como la privada usan criterios similares para estudiar la
viabilidad de un proyecto, aunque difieren en la valoración de las variables determinantes
de los costos y beneficios que se les asocien. A este respecto, la evaluación
privada trabaja con el criterio de precios de mercado, mientras que la evaluación
social lo hace con precios sombra o sociales.
Estos últimos con el objeto de medir el
efecto de implementar un proyecto sobre la comunidad, deben tener en cuenta los
efectos indirectos y externalidades que generan sobre su bienestar; por ejemplo, la
redistribución de los ingresos o la disminución de la contaminación ambiental.
Así mismo, existen otras variables que la evaluación privada incluye y que pueden
ser descartadas en la evaluación social, como el efecto directo de los impuestos, subsidios
u otros que, en relación con la comunidad, sólo corresponden a transferencias
de recursos entre sus miembros.
Los precios privados de los factores se pueden corregir a precios sociales, ya sea
por algún criterio particular a cada proyecto, o aplicando los factores de corrección
que varios países definen para su evaluación social. Sin embargo, siempre se encontrará
que los proyectos sociales requieren, por parte del evaluador, la definición de
correcciones de los valores privados a valores sociales. Para ello, el estudio de proyectos
sociales considera los costos y beneficios directos, indirectos e intangibles y,
además, las externalidades que producen.
Los beneficios directos se miden por el incremento que el proyecto provocará en
el ingreso nacional mediante la cuantificación de la venta monetaria de sus productos,
en la cual el precio social considerado corresponde al precio del mercado ajustado
por algún factor que refleje las distorsiones existentes en el mercado del producto.
De igual manera, los costos directos corresponden a las compras de insumos, en las
cuales el precio también se corrige por un factor que incorpore las distorsiones de los
mercados de bienes y servicios demandados.
Los costos y beneficios sociales indirectos corresponden a los cambios que provoca
la ejecución del proyecto en la producción y el consumo de bienes y servicios
relacionados con éste. Por ejemplo, los efectos sobre la producción de insumos que
demande o de los productos sobre los que podría servir de insumo –lo cual puede
generar beneficios o costos sociales– dependen de la distorsión que exista en los mercados
de los productos afectados por el proyecto.
Los beneficios y costos sociales intangibles, si bien no se pueden cuantificar monetariamente,
se deben considerar cualitativamente en la evaluación, en consideración
con los efectos que la implementación del proyecto que se estudia puede tener sobre
el bienestar de la comunidad.
Por ejemplo, la conservación de lugares históricos o los
efectos sobre la distribución geográfica de la población, geopolíticos o de movilidad
social, entre otros.
Son externalidades de un proyecto los efectos positivos y negativos que sobrepasan
a la institución inversora, tales como la contaminación ambiental que puede generar
el proyecto, o aquellos efectos redistributivos del ingreso que éste pudiera ocasionar.
En el capítulo 19 de este libro se estudian en detalle los procedimientos más utilizados
en la preparación y evaluación social de proyectos de inversión.
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