En este texto la evaluación de proyectos se entenderá como un instrumento que
provee información a quien debe tomar decisiones de inversión. Es obvio que para
ello el inversionista tendrá que considerar una serie de variables, de tipo político,
estratégico o ético, entre otras.
Uno de los primeros problemas que se observan al evaluar un proyecto es la gran
diversidad de tipos que se pueden encontrar, dependiendo tanto del objetivo del estudio,
como de la finalidad de la inversión.
Según el objetivo o la finalidad del estudio, es decir, de acuerdo con lo que se
espera medir con la evaluación, es posible identificar tres tipos de proyectos que
obligan a conocer tres formas de obtener los flujos de caja para lograr el resultado
deseado.
Éstas son:
a) Estudios para medir la rentabilidad del proyecto, es decir, del total de la inversión,
independientemente de dónde provengan los fondos.
b) Estudios para medir la rentabilidad de los recursos propios invertidos en el proyecto.
c) Estudios para medir la capacidad del propio proyecto para enfrentar los compromisos
de pago asumidos en un eventual endeudamiento para su realización Para el evaluador de proyectos es necesario y fundamental diferenciar entre la rentabilidad
del proyecto y la rentabilidad del inversionista.
Mientras en el primer caso se
busca medir la rentabilidad de un negocio, independientemente de quién lo haga, en
el segundo interesa, contrariamente, medir la rentabilidad de los recursos propios del
inversionista en la eventualidad de que se lleve a cabo el proyecto.
Aunque la evaluación de proyectos de inversión en empresas en marcha tiene
diferencias significativas respecto de la evaluación de proyectos para medir la conveniencia
de la creación de nuevos negocios, los fundamentos conceptuales básicos son
comunes a ambos tipos de estudios.
Según la finalidad o el objeto de la inversión, es decir, del objetivo de la asignación
de recursos, es posible distinguir entre proyectos que buscan crear nuevos
negocios o empresas y proyectos que buscan evaluar un cambio, mejora o modernización
en una empresa ya existente. En el primer caso, la evaluación se concentrará
en determinar todos los costos y beneficios asociados directamente con la inversión.
En el segundo, sólo considerará aquellos que son relevantes para la decisión que se
deberá tomar.
Así, por ejemplo, si se evalúa el reemplazo de una ambulancia, el costo
de la remuneración del chofer es irrelevante, por cuanto sin importar la marca por la
que se opte, el sueldo será el mismo.
Entre los proyectos más frecuentes en las empresas en funcionamiento se identifican,
por ejemplo, proyectos que involucran el outsourcing,1 la internalización de
servicios o elaboración de productos provistos por empresas externas, la ampliación
de los niveles de operación de la empresa, el abandono de ciertas líneas de producción,
o el simple reemplazo de activos que pueden o no implicar cambios en algunos
costos, mas no en los ingresos ni en el nivel de operación de la empresa.
Una clasificación más profunda permitiría identificar varias opciones para un mismo
proyecto.
Por ejemplo, proyectos que enfrentan una ampliación mediante el reemplazo
de equipos de menor a otros de mayor capacidad, o que solucionan la
ampliación con una inversión complementaria que se adiciona a los activos actuales.
Con ambas alternativas se soluciona el mismo problema de crecimiento, pero con
fuertes y distintas implicancias sobre el trabajo del evaluador. De la misma manera,
cada uno de los casos anteriores también se puede clasificar en función de su fuente
de financiamiento, distinguiéndose entre aquellos financiados con leasing los financiados
por endeudamiento con el sistema financiero o con proveedores, los financiados
con recursos propios y los financiados con una combinación de estas fuentes.
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